Es costumbre del municipio de La Esperanza, Quetzaltenango, que las familias salgan en horas de la noche a recorrer las calles que llegan hasta el cementerio, para adornar a sus difuntos en la madrugada, velar ahí y salir en la mañana del primero de noviembre; es ahí donde la gente llega a nuestro local, se sirven garnachas, churrasquitos, tamales, paches, caliente, chocolate, café, y demás aperitivos que calienten el estómago.
Como todas las semanas, nos vestimos el uniforme y lo ahumamos, solo que está vez no con residuos de una combustión que arraza con los bienes e incluso la vida de la gente, nos ahumamos con parrilla y carbón, con el goce y disfrute de poder servir a la gente de otra manera.
En la foto aparece Doña Dora, miembro de las Damas Voluntad de Fuego, y vaya que tienen voluntad esas señoras, cada año descuidan a si familia estos días, perparando la comida, llevándola y sirviéndola en estos días, mujeres emprendedoras que apoyan a sus esposos, quienes son bomberos y la hacen de meseros en estas fechas.
Fechas en las que antes me las pasaba encerrado, o salía a pelar a la mara, ahora encontré una nueva tradición que me llena de alegría, compartiendo con la gente y conociéndola un poco más, ya que al final son ellos a quienes nos debemos. La gente llega, come, habla, comparte y disfruta, todo con el fin de ayudarnos, compran un plato de comida, algo de tomar, la pasa bien y de paso colabora con la estación.
Debo decir que el localito que ocupamos, pasa toda la noche lleno, y en la mañana siguiente también, la gente se identifica con el escudo, ya que sabe que siempre los primeros en llegar y últimos en irse somos los Bomberos Voluntarios.
Ésta es una de las tantas tradiciones (que de) perdida(s) me vine a encontrar, vistiendo un uniforme que tanto gusto y satisfacción me da portar un día a la semana, espero contarles más, de ésta y otras, que al final son muchas...
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